▲ Fotograma del documental de Nick Cave dirigido por Mike Christie y producido por Sky.
The Independent
Periódico La Jornada
Martes 16 de diciembre de 2025, p. 9
En el mundo de Nick siempre hay personajes, personas, canciones, él mismo… lidiando con lo desconocido. Durante décadas, Nick Cave ha sido más que un espejo de aquello que tememos afrontar. Es un conducto, una puerta a una dimensión diferente, repleta de forajidos, fantasmas, asesinos, ladrones, amantes despechados y almas torturadas. El nuevo documental de Sky Nick Cave’s Veiled World contribuye a revelar ese misterio y ofrece un retrato fascinante y profundo del proceso creativo del artista australiano.
“¿Otro documental musical?”, se podría suspirar, y con razón. Estamos abarrotados, como un pavo navideño, de proyectos interminables, a menudo improvisados, que prometen una mirada profunda a nuestros artistas favoritos, o incluso a los más controvertidos. El problema con muchos de ellos es su afán por presentar el panorama completo, a menudo con pinceladas demasiado amplias, dejando al espectador con la sensación de que, en realidad, no han aprendido nada nuevo.
No es el caso de Veiled World, que se centra en el proceso de composición de Cave: cómo evoca estos mundos oscuros y misteriosos y qué lo impulsa a hacerlo. Resulta de gran ayuda que el director nominado al Emmy, Mike Christie, haya reunido a algunos de los amigos, colaboradores y admiradores más cercanos del músico –Warren Ellis, Florence Welch, Colin Greenwood– para que compartan sus propias reflexiones sobre su obra y por qué nos atrae tanto.
Personajes divinos y despiadados
El documental está dividido en capítulos, comenzando con “The Outlaw”, que examina los personajes que Cave nos ha presentado. Como señala Flea, bajista de los Red Hot Chili Peppers, sus canciones están “llenas de los personajes más divinos y hermosos. Y luego están las víctimas más patéticas, los malhechores más despiadados y simplemente lo peor de la humanidad”. Hombres como el narrador de The Mercy Seat, del álbum de Nick Cave and the Bad Seeds de 1988, Tender Prey, no son necesariamente los que querrías encontrar a tu lado en el bar.
Pero, como dice el autor escocés Irvine Welsh: “lo bueno de los antihéroes es que nos dan permiso para transgredir sin realmente transgredir”. Cave, como lo expone hábilmente el documental, tiene una forma única de posicionarse en algunas perspectivas realmente inquietantes: el hombre en el corredor de la muerte en The Mercy Seat, por ejemplo, o el asesino en Stagger Lee. En el caso de este último, el cineasta y colaborador de Cave, Andrew Dominik, recuerda haber asistido a una de las primeras interpretaciones de la canción de Cave, que sigue con detalles gráficos las hazañas de su asesino malhablado. “Podías sentir la conmoción absoluta… hay 50 mil personas que simplemente sintieron como si les hubieran dado una bofetada”, dice.
En el segundo capítulo, “The Shadow”, ya se nos presenta evidencia de cómo la composición y las ideas de Cave siguen evolucionando. Se abordan sus problemas pasados con la adicción a la heroína, con respeto, para señalar cómo temía que sin drogas no podría alcanzar esas mismas profundidades. Obviamente, sus preocupaciones eran erróneas; basta con escuchar Abattoir Blues/The Lyre of Orpheus, de 2004, o Skeleton Tree, de 2016, publicado poco después de la muerte de Arthur, el hijo adolescente de Cave.
Una de las escenas más conmovedoras proviene de Thomas Wydler, miembro de Bad Seed desde hace mucho tiempo, quien recuerda haber oído que Arthur había muerto en una caída cerca de la casa familiar en Brighton. “Lo peor”, responde, secándose las lágrimas. “Fue lo peor que he oído en mi vida. Y nunca lo he olvidado”.
¿Cómo afectó a Cave, no sólo como persona, sino como artista? “Ese tipo de dolor es una forma de locura”, dice Seán O’Hagan, el periodista y crítico irlandés con quien Cave coescribió el libro de 2022 Fe, esperanza y carnicería. “Te lleva casi a la ruina”.
Para entonces, la postura de Cave sobre el arte ya había cambiado: “Durante la mayor parte de mi vida, me sentí asombrado por mi propio genio”, dice con un bufido autocrítico en un extracto de una entrevista en la ABC. “Tenía una oficina y me sentaba allí a escribir todos los días… cualquier otra cosa que sucediera en mi vida era secundaria, incluso molesta, porque estaba involucrado en esta ‘gran obra’”.
Y esto se derrumbó por completo, y vi la locura, la vergonzosa autocomplacencia que implicaba todo. Mis prioridades cambiaron… esa idea de que el arte lo supera todo, simplemente ya no me aplica. Soy padre, esposo y una persona de mundo. Estas cosas son mucho más importantes para mí que el concepto de ser artista.
